jueves, marzo 03, 2005

Diálogos y desafíos de la responsabilidad política

Es un lugar común la afirmación según la cual cuando una figura política alcanza un espacio relevante suele olvidar los compromisos asumidos y las bases sociales a las que representa. Debemos esta afirmación a la desconfianza y descreimiento que se cierne sobre la clase política, muchas veces abonada -debemos admitirlo- por la propia acción de los políticos; pero también resultante de un proceso de fragmentación y disolución social, a la vez que de importantes cambios en los procesos tecnológicos, sociales y políticos que consolidan progresivamente la fuerza de la sociedad civil, de la que las y los políticos provenimos.
Es la tensión -pareciera inevitable- entre representantes y representados, el obstáculo en la construcción de un diálogo que parece condenado a la asimetría.
Las mujeres no escapamos a este juicio, sin embargo, una parte importante de nosotras aún sostiene con firmeza la convicción de que "muchas mujeres en política, cambian la política". Seguimos buscando el camino del diálogo, de ese diálogo difícil pero imprescindible; que a veces se ve obstaculizado por la resistencia natural a todo cambio que parece coexistir en los seres humanos con el afán de progreso.
Es un diálogo algunas veces concreto, escuchando, registrando, mirando las mujeres de mi provincia. Otras veces es un diálogo imaginario, en el que están presentes como interlocutoras de mis acciones; las que conozco, las que conocí y las muchas que no conozco y a las cuales igualmente debo mi trabajo.
Y pienso, y siento, que no es lo mismo para la acción política si se es mujer o si se es hombre. No son los mismos obstáculos, pero tampoco es igual el valor de los resultados, de los buenos y de los malos. Tanto las metas alcanzadas en temas de Género, como cada cuestión que queda postergada en espera del momento adecuado, están inspiradas y orientadas por y para otras mujeres.
Por eso, en suma, el énfasis puesto en ratificar el protocolo de la Convención Contra toda forma de Discriminación contra la Mujer. Nuestra Constitución Nacional incorporó esta Convención en la reforma de 1994, y dispuso la obligación del Congreso de la Nación de legislar "medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos, en particular respecto de... las mujeres..." Lamentablemente, a pesar de todos los proyectos existentes al respecto, no se ha logrado el tratamiento de ninguno de ellos.
Esta, como otras metas pendientes, deben afrontar las barreras de aquellos para quienes la emergencia de las mujeres impone un peligro para el orden establecido.
Hablo de los fundamentalismos, los mismos que intentaron impedir la sanción de una ley de Derechos Sexuales y Reproductivos, los mismos que se oponen hoy al proyecto de Educación para la Sexualidad en las escuelas, los que ven amenazada la integridad de la familia cuando hablamos de violencia intrafamiliar o de abuso sexual de menores. Por eso el contrapeso puesto en estos temas a través de mis proyectos.
En suma, por eso el énfasis en prever que estos mismos fundamentalismos, cambiando de ropaje, apuntalen una reforma política que implique un retroceso sobre el logro del Cupo Femenino. Sabiendo que esto significaría una pérdida de difícil reparación para la salud de la democracia, de las instituciones y del difícil camino a recorrer en la visión de que "muchas mujeres en política, cambian la política". Amanda Isidori.